Appearance & Reality > The Lord Jesus Christ > Truly Strong (7)
previous < Mensaje AR146 > next

MENSAJE AR146

La manera en que Dios prefiere obrar y comunicarse con nosotros: capacitarnos para que seamos verdaderamente fuertes

Predicado en: 21 Aug 94 ▪ Editado en: 5 Mar 09


En este mensaje me gustaría que analizáramos este argumento: Aunque Dios puede hablarnos de forma clara y directa, la mayoría de las veces Él prefiere hablarnos de maneras menos dramáticas y evidentes, cuando le es viable hacerlo de manera significativa.

Cuando menciono la “forma de comunicación que Dios prefiere”, no me refiero precisamente a que vayamos a escuchar la voz de Dios indicándonos hacer esto o aquello. De hecho, a veces no somos conscientes de que Dios nos está hablando, y otras veces no comprendemos bien el mensaje que Él intenta hacernos llegar. Pero veremos que por lo general ésta es la manera que Dios prefiere para comunicarse con nosotros y obrar en nuestras vidas.

Esta forma de comunicación puede establecerse, por ejemplo, cuando estamos leyendo las Escrituras. Cuando leemos en oración, el Espíritu de Dios puede grabar en nuestros corazones determinadas verdades y principios. En esos momentos el Espíritu del Señor nos confiere una perspicacia espiritual que nos hace comprender estas verdades y principios, y nos ayuda a desarrollar convicciones más fuertes. Él atrae nuestra atención hacia aquellos problemas en los que necesitamos trabajar. También nos ayuda a tomar mejores decisiones sobre la base de las verdades y principios que Él nos enseña. Pero mientras esto sucede, a veces no nos damos cuenta de que el Espíritu de Dios nos ha estado ayudando.

Esto puede ocurrir también durante nuestros momentos de oración. Cuando oramos, el Señor puede guiar el rumbo de nuestra oración y llamar nuestra atención hacia los aspectos que requieren de nuestra concentración.

Y cuando buscamos del Señor a la hora de tomar una decisión, Él puede ayudarnos a estudiar detenidamente el asunto en cuestión, haciéndonos ver los principios y puntos relevantes a tener en cuenta para tomar una decisión sabia.

Hay momentos en los que la voluntad del Señor acerca de un asunto determinado no nos resulta clara. En otras ocasiones, no comprendemos la forma en la que Dios nos guía. Y podemos desear experimentar una orientación más evidente, pensando que sería más conveniente y constituiría una señal de espiritualidad. Pero, ¿es realmente así? ¿Sería mejor escuchar una voz, o dejar que el Señor nos dé Sus instrucciones de forma precisa, y que nos diga exactamente lo que debemos hacer?

En lo tocante a la manera en la que Dios se comunica con nosotros, debemos observar algo importante. Él desea que crezcamos en comunión con Él y que aprendamos a percibir el significado de cada situación, y de las cosas que realmente están sucediendo, más allá de lo evidente. Él desea que aprendamos a ver las cosas desde Su perspectiva, y eso sólo podemos lograrlo con Su ayuda.

En las Escrituras, Dios nos ha revelado las inquietudes fundamentales de Su corazón: cómo deben cumplirse Sus propósitos, cómo debe administrarse la vida dentro de la iglesia, y cómo podemos crecer y desarrollarnos espiritualmente. Pero necesitamos agudeza espiritual para poder ser capaces de comprender estas verdades y principios, así como la forma de aplicarlos.

Hasta donde he podido entender, por lo general Dios no se comunica con nosotros de forma dramática, y hoy en día sigue siendo así, sobre todo en el caso de las personas que tienen acceso a las Escrituras. A continuación expondré tres razones que respaldan mi criterio:

1. Las formas dramáticas de comunicación implican peligro y complicaciones

Cuando la comunicación se establece de forma dramática, siempre hay peligro. Por ejemplo, cuando escuchamos una voz, a veces no sabemos si pertenece al Señor, o si se trata de una suplantación de identidad por parte del maligno. A este último le resulta fácil engañar a aquellos que dependen de este tipo de comunicación del Señor. Podemos, sin darnos cuenta, estar obedeciendo las instrucciones del maligno, pensando que provienen de Dios. Si esto ocurre, podemos terminar haciendo cosas muy dañinas para la obra del Señor. También podemos convertirnos en esclavos espirituales del maligno, perjudicando así gravemente nuestras propias vidas.

2. Dios nos ha dado las Escrituras

Las Escrituras son la fuente primaria donde hallamos el conocimiento sobre la verdad que Dios nos ha revelado, para enseñar y capacitar al pueblo de Dios, para que seamos perfectos, y estemos preparados para toda buena obra.

2 Timoteo 3:16–17
16 Toda la Escritura es inspirada por Dios, y útil para enseñar, para redargüir, para corregir, para instruir en justicia,
17 a fin de que el hombre de Dios sea perfecto, enteramente preparado para toda buena obra.

La Biblia es un libro excepcional. Se trata del único libro cuyo contenido y enseñanzas podemos aceptar incondicionalmente, asimilar en nuestro corazón y obedecer en nuestras vidas. Fue inspirado por Dios precisamente con ese propósito. La autoridad de las Escrituras descansa en la autoridad de Dios. Nos sometemos a sus enseñanzas porque nos sometemos a Dios.

Las Escrituras constituyen la fuente fundamental para obtener una revelación clara y confiable acerca de la identidad de Dios, y para conocer lo que Él desea comunicarnos. A pesar de que Dios puede hablarnos y comunicarnos la verdad directamente, no es sino a través de las Escrituras que Él ha escogido revelarnos una inagotable riqueza de conocimientos. Gracias a la Biblia, podemos conocer:

  • La identidad de Dios: Sus atributos, Su carácter y Sus caminos
  • Por qué Dios creó al hombre, Sus propósitos al crearlo, y lo que Él exige del hombre
  • Los designios del corazón de Dios en lo tocante a la realización y cumplimiento de Sus propósitos
  • La precaria situación del hombre, y el plan de salvación que Dios tiene para nosotros por mediación de Cristo
  • La guerra espiritual y la forma de pelear la buena batalla de la fe
  • La importancia de la talla moral y espiritual del hombre
  • Que Dios nos ha proporcionado a Cristo, al Espíritu Santo y las Escrituras
  • El papel de la iglesia y la forma en la que se debe manejar la vida dentro de ella
  • El reino de Dios
  • Los principios morales y espirituales que pueden ayudarnos a caminar rectamente en este mundo caído, y a llevar frutos en cada buena obra

Dios no nos ha revelado de una forma directa toda la riqueza de la sabiduría y del entendimiento espiritual que ha destinado para nuestro conocimiento, sino que lo ha hecho a través de las Escrituras.

Por otra parte, necesitamos examinar, a la luz de las enseñanzas de las Escrituras, las cosas que creemos que Dios nos está revelando, para poder establecer su autenticidad, es decir, para poder determinar que Dios realmente nos ha hablado, y descartar cualquier idea o pensamiento nuestro o del maligno.

Una de las razones fundamentales por las que Dios nos ha dado las Escrituras, es para proporcionarnos un fundamento objetivo para conocer la verdad. Los que viven obedeciendo las enseñanzas de las Escrituras están mejor equipados para protegerse de los engaños del maligno, de los falsos maestros, y de la vulnerabilidad del corazón y la mente humanos.

Como idea central dentro de la revelación bíblica de la verdad, está la revelación acerca de la identidad de Dios, y acerca de cómo conocerle, cómo relacionarnos profundamente con Él, cómo caminar con Él y cómo servirle. Por tanto, es muy importante que busquemos llegar a comprender bien la verdad revelada en las Escrituras, que la asimilemos, y que la vivamos. Resulta igualmente importante aprender a interpretar y a aplicar las Escrituras de una manera correcta y sana.

3. Las formas de comunicación menos dramáticas exigen mayor participación y más entendimiento de nuestra parte

Cuando Dios no nos habla directa y claramente, si deseamos hacer Su voluntad, tendremos que buscar de Él mientras reflexionamos y analizamos lo que está pasando. Si Dios no nos dice exactamente lo que debemos hacer o decir, nos vemos “obligados” entonces a intentar comprender Sus caminos, y lo que Él desea que hagamos o digamos basándonos en nuestra comprensión de los principios espirituales. Esto puede servir para fomentar nuestra comunión con Dios, nuestro desarrollo espiritual y la renovación de nuestras mentes; asuntos que constituyen la principal preocupación de Dios en lo que respecta a nosotros. Dios se preocupa por nuestra relación con Él y desea que alcancemos verdaderas fuerza y madurez.

En comparación con las formas de comunicación más dramáticas, las menos dramáticas constituyen garantías más confiables contra el engaño y la subjetividad.

Por ejemplo, podemos analizar en oración una situación en particular ante el Señor, teniendo en cuenta los factores y temas más relevantes. Al hacerlo, podemos sentir que el Señor nos impulsa a tomar un rumbo de acción determinado. Entonces podemos compartir con otras personas, y decirles: “Al considerar este asunto en oración ante el Señor, ésta parece ser la decisión que debo tomar, y éstas son las razones que al parecer el Señor me ha dado para impulsarme a tomar dicha decisión”. Tenemos una base sobre la cual tomar nuestra decisión, y al compartirla con otras personas, podemos debatir y analizar el asunto juntos.

De la misma manera, al leer las Escrituras, podemos sentirnos impactados por determinados principios y verdades, y pensar que el Señor los está usando para guiarnos hacia un rumbo de acción dado. Estas verdades y principios, y su aplicación, pueden ser analizados y debatidos. El hecho de no estar seguros de que se trate del Señor hablándonos y guiándonos para tomar una decisión en este sentido, puede resultar una ventaja, pues es menos probable que seamos dogmáticos, o que hagamos afirmaciones categóricas. En lugar de ello, es más probable que seamos abiertos y digamos: “A pesar de que lo comprendo así, aún no me queda muy claro”. Y al no quedarnos muy claro, es más probable que busquemos una comprensión aún más clara para tratar de saber si el Señor realmente nos está guiando hacia ese rumbo de acción.

Algunas personas dicen con toda seguridad: “Dios me habló, pero no sé si pueda decirte cómo lo hizo”. Otras dicen simplemente: “Dios me ha indicado claramente que debo partir hacia África”, o “Dios me ha dicho que me case con este joven”. Estas personas hacen aseveraciones audaces cuya validez es difícil de comprobar. En una situación similar, puede resultar muy difícil analizar si estas instrucciones que han recibido provienen verdaderamente del Señor, o son engañosas.

En determinadas ocasiones, algunas hermanas en Cristo me han pedido consejo, pues ciertos hermanos les han dicho: “Dios me ha comunicado que debes casarte conmigo”. Al no poseer ninguna información adicional al respecto, les ha resultado muy difícil a estas hermanas determinar si realmente es la voluntad de Dios que ellas se casen con aquellos hermanos. Pero a la vez pueden sentirse perturbadas al pensar que si rechazan las propuestas de esos hermanos, pueden estar desobedeciendo a Dios.

Puede resultar difícil debatir si estas cosas realmente pertenecen al Señor o si son engaños. Sin embargo, es posible tratar de comprender lo que está ocurriendo. Podemos preguntarle a la persona cómo ha llegado a esa conclusión, y cuáles fueron las circunstancias imperantes. Estas respuestas pueden indicarnos si las afirmaciones realmente pertenecen al Señor, o si son simplemente engaños, subjetividad, o los deseos de la propia persona. Cuando no nos queda claro si una idea determinada proviene del Señor, es importante que no actuemos precipitadamente al respecto. Si estas afirmaciones no poseen una base sólida, simplemente no debemos estar de acuerdo con lo que esa persona asegura.

Ahora quisiera subrayar que existe una gran diferencia entre la forma en la que Dios revelaba la verdad a Sus siervos en el Antiguo Testamento y la forma en la que lo hacía en tiempos del Nuevo Testamento. En la Biblia hay indicios de que en verdad existe una diferencia al respecto, y sus repercusiones son importantes en el análisis que estamos haciendo.

La mayor parte de las revelaciones, instrucciones, exhortaciones y advertencias que hace Dios en el Antiguo Testamento, consiste en comunicados claros y directos con y a través de Sus siervos. Muy a menudo, y a modo de introducción, los voceros de Dios antes de comenzar a comunicar las advertencias o exhortaciones, decían: “Así dice Jehová”.

Dios hablaba a los profetas con total claridad. A veces, Sus palabras estaban destinadas sólo a los profetas. En otras ocasiones, iban destinadas al pueblo. Y los profetas repetían las palabras del Señor; no se trataba de las palabras de los profetas. De hecho, a veces los profetas mismos no comprendían íntegramente o no percibían del todo el significado de las palabras que pronunciaban.

Veamos algunos ejemplos.

Dios da instrucciones a través de Moisés

Las detalladas instrucciones en lo tocante a la Ley y a la construcción del tabernáculo, son ejemplos de instrucciones directas y claras de parte de Dios y para el pueblo de Israel, dadas a través de Su siervo Moisés. Dios le dijo a Moisés con exactitud lo que debía decirle al pueblo.

En la Biblia se nos dice que el pueblo construyó el tabernáculo “… en conformidad a todas las cosas que Jehová había mandado a Moisés”. Dios dio instrucciones detalladas a través de Moisés, y el pueblo hizo la obra siguiendo al pie de la letra las instrucciones (Éxodo 39:42–43).

La palabra que el Señor dio a Jeremías y lo que comunicó a través de él

En el primer capítulo del libro de Jeremías, leemos:

Jeremías 1:4–5
4 Vino, pues, palabra de Jehová a mí, diciendo:
5 Antes que te formase en el vientre te conocí, y antes que nacieses te santifiqué, te di por profeta a las naciones.

La expresión: “Vino, pues, palabra de Jehová a mí”, nos indica que estas palabras provenían del Señor.

Cuando Jeremías le dijo al Señor que no sabía hablar por ser muy joven (1:6), el Señor le respondió:

Jeremías 1:7–9
7 Y me dijo Jehová: No digas: Soy un niño; porque a todo lo que te envíe irás tú, y dirás todo lo que te mande.
8 No temas delante de ellos, porque contigo estoy para librarte, dice Jehová.
9 Y extendió Jehová su mano y tocó mi boca, y me dijo Jehová: He aquí he puesto mis palabras en tu boca.

El Señor había planeado enviar a Jeremías, y por ello le daría instrucciones exactas sobre lo que tenía que decir. Él iba a poner Sus palabras en la boca de Jeremías.

Los versículos siguientes nos muestran cómo Dios instruyó a Jeremías de forma muy precisa, dándole las palabras exactas que debía decir al pueblo de Israel.

Jeremías 2:1–2
1 Vino a mí palabra de Jehová, diciendo:
2 Anda y clama a los oídos de Jerusalén, diciendo: Así dice Jehová: Me he acordado de ti, de la fidelidad de tu juventud, del amor de tu desposorio, cuando andabas en pos de mí en el desierto, en tierra no sembrada.

Jeremías 3:1
Dicen: Si alguno dejare a su mujer, y yéndose ésta de él se juntare a otro hombre, ¿volverá a ella más? ¿No será tal tierra del todo amancillada? Tú, pues, has fornicado con muchos amigos; mas ¡vuélvete a mí! dice Jehová.

Jeremías 7:1–4
1 Palabra de Jehová que vino a Jeremías, diciendo:
2 Ponte a la puerta de la casa de Jehová, y proclama allí esta palabra, y di: Oíd palabra de Jehová, todo Judá, los que entráis por estas puertas para adorar a Jehová.
3 Así ha dicho Jehová de los ejércitos, Dios de Israel: Mejorad vuestros caminos y vuestras obras, y os haré morar en este lugar.
4 No fiéis en palabras de mentira, diciendo: Templo de Jehová, templo de Jehová, templo de Jehová es este.

Jeremías 8:1
En aquel tiempo, dice Jehová, sacarán los huesos de los reyes de Judá, y los huesos de sus príncipes, y los huesos de los sacerdotes, y los huesos de los profetas, y los huesos de los moradores de Jerusalén, fuera de sus sepulcros.

Jeremías 8:4, 13
4 Les dirás asimismo: Así ha dicho Jehová: El que cae, ¿no se levanta? El que se desvía, ¿no vuelve al camino?
13 Los cortaré del todo, dice Jehová. No quedarán uvas en la vid, ni higos en la higuera, y se caerá la hoja; y lo que les he dado pasará de ellos.

La visión de Abdías

El libro completo de Abdías sigue básicamente la misma estructura. Abdías comienza de esta manera:

Abdías 1:1
Visión de Abdías. Jehová el Señor ha dicho así en cuanto a Edom: Hemos oído el pregón de Jehová, y mensajero ha sido enviado a las naciones. Levantaos, y levantémonos contra este pueblo en batalla.

La visión de Abdías básicamente se tradujo en palabras: “Jehová el Señor ha dicho así en cuanto a Edom”. Aquí vemos que las palabras llegaron a Abdías en forma de una experiencia espiritual que él describió como una visión. Las palabras no pertenecen a Abdías, sino que provienen directamente del Señor.

La profecía de la palabra del Señor a través de Malaquías

El libro de Malaquías comienza de la siguiente forma:

Malaquías 1:1
Profecía de la palabra de Jehová contra Israel, por medio de Malaquías …

Aquí se trata de la palabra del Señor para Israel, dada a través de Malaquías. El mensaje era claro, y no fue adulterado por los pensamientos o las ideas de Malaquías. Todo el mensaje provenía del Señor, y se trataba precisamente de lo que el Señor deseaba comunicar a Israel a través de Malaquías.

Malaquías 1:2
Yo os he amado, dice Jehová; y dijisteis: ¿En qué nos amaste? ¿No era Esaú hermano de Jacob? dice Jehová. Y amé a Jacob.

Malaquías 2:1–2
1 Ahora, pues, oh sacerdotes, para vosotros es este mandamiento.
2 Si no oyereis, y si no decidís de corazón dar gloria a mi nombre, ha dicho Jehová de los ejércitos, enviaré maldición sobre vosotros, y maldeciré vuestras bendiciones; y aun las he maldecido, porque no os habéis decidido de corazón.

Malaquías 3:1
He aquí, yo envío mi mensajero, el cual preparará el camino delante de mí; y vendrá súbitamente a su templo el Señor a quien vosotros buscáis, y el ángel del pacto, a quien deseáis vosotros. He aquí viene, ha dicho Jehová de los ejércitos.

Malaquías 4:1
Porque he aquí, viene el día ardiente como un horno, y todos los soberbios y todos los que hacen maldad serán estopa; aquel día que vendrá los abrasará, ha dicho Jehová de los ejércitos, y no les dejará ni raíz ni rama.

Por lo tanto hemos visto que Dios puede comunicarse (y de hecho se ha comunicado directa y claramente) con Sus profetas, y también de esta forma con Su pueblo, a través de Moisés y a través Sus profetas. Igualmente vemos cómo una parte significativa del contenido de Sus instrucciones para Su pueblo en el Antiguo Testamento ocurrió de esta manera.

A diferencia de lo que ocurría en el Antiguo Testamento, muchas de las instrucciones, verdades, exhortaciones y advertencias del Nuevo Testamento no consistían en comunicaciones directas y claras de parte del Señor a Su pueblo a través de Sus siervos, los apóstoles.

Llama la atención la ausencia de las palabras introductorias: “Así ha dicho Jehová”, pero no se trata solamente de la falta de esta frase a manera de preámbulo. Lo que más significativo resulta es la forma que Dios escogió para comunicarse en el Nuevo Testamento.

Muchas de las exhortaciones e instrucciones que el Señor dio a Su pueblo a través de los apóstoles en el Nuevo Testamento, fueron dadas en forma de epístolas. En éstas aparecen relativamente pocas instrucciones directas y claras del Señor. En otras palabras, el Señor no les decía a los apóstoles: “Deseo comunicar estas palabras al pueblo”, para que después éstos repitieran Sus palabras.

Más bien las epístolas o cartas eran escritas por los apóstoles, y eran dirigidas a individuos específicos o a grupos de personas dentro de un contexto determinado. Los apóstoles tenían que lidiar con muchos asuntos que les preocupaban. Hablaban de estas situaciones y asuntos a partir de la propia comprensión que tenían sobre los mismos. Los asuntos que llegaban a sus oídos, la sabiduría espiritual y el conocimiento acumulado, así como la estatura espiritual alcanzada, se veían reflejados en las epístolas que escribían. El contenido de estas epístolas fluía a partir de esta realidad, de sus corazones y sus vidas.

Veamos algunos ejemplos:

Las epístolas paulinas

En la Primera Epístola a los Corintios, Pablo se refirió a varios asuntos que estaba confrontando la iglesia de Corinto. Pero Pablo no les dijo: “Dios me ha dicho que les diga esto”, o: “Así ha dicho el Señor”. En lugar de esto, queda claro que es el mismo Pablo quien les escribe: “Pablo … a la iglesia de Dios que está en Corinto”.

Como es característico de las epístolas paulinas, la de los corintios comienza de la siguiente manera:

1 Corintios 1:1–2
1 Pablo, llamado a ser apóstol de Jesucristo por la voluntad de Dios, y el hermano Sóstenes,
2 a la iglesia de Dios que está en Corinto, a los santificados en Cristo Jesús, llamados a ser santos con todos los que en cualquier lugar invocan el nombre de nuestro Señor Jesucristo, Señor de ellos y nuestro:

En 1 Corintios 1:10–13, Pablo exhorta a los cristianos a que estén unidos en una misma mente:

1 Corintios 1:10–13
10 Os ruego, pues, hermanos, por el nombre de nuestro Señor Jesucristo, que habléis todos una misma cosa, y que no haya entre vosotros divisiones, sino que estéis perfectamente unidos en una misma mente y en un mismo parecer.
11 Porque he sido informado acerca de vosotros, hermanos míos, por los de Cloé, que hay entre vosotros contiendas.
12 Quiero decir, que cada uno de vosotros dice: Yo soy de Pablo; y yo de Apolos; y yo de Cefas; y yo de Cristo.
13 ¿Acaso está dividido Cristo? ¿Fue crucificado Pablo por vosotros? ¿O fuisteis bautizados en el nombre de Pablo?

Era Pablo quien los estaba exhortando, y no el Señor. Sin embargo, vemos que Pablo los exhortaba en “el nombre de nuestro Señor Jesucristo que habléis todos una misma cosa, y que no haya entre vosotros divisiones, sino que estéis perfectamente unidos en una misma mente y en un mismo parecer”. Pablo era un apóstol llamado por el Señor, y por tanto hablaba según su comprensión de la situación que hubiese en el momento, pero siempre en comunión con Dios y con la autoridad del Señor.

Pablo expresó su preocupación por varios aspectos de la vida de los cristianos de Corinto:

1 Corintios 3:1–2
1 De manera que yo, hermanos, no pude hablaros como a espirituales, sino como a carnales, como a niños en Cristo.
2 Os di a beber leche, y no vianda; porque aún no erais capaces, ni sois capaces todavía,

También abordó el tema de la inmoralidad en la iglesia de Corinto y se enfrentó a ese problema.

1 Corintios 5:1, 3–5
1 De cierto se oye que hay entre vosotros fornicación, y tal fornicación cual ni aun se nombra entre los gentiles; tanto que alguno tiene la mujer de su padre.
3 Ciertamente yo, como ausente en cuerpo, pero presente en espíritu, ya como presente he juzgado al que tal cosa ha hecho.
4 En el nombre de nuestro Señor Jesucristo, reunidos vosotros y mi espíritu, con el poder de nuestro Señor Jesucristo,
5 el tal sea entregado a Satanás para destrucción de la carne, a fin de que el espíritu sea salvo en el día del Señor Jesús.

En el capítulo 6, Pablo abordó el tema de llevar a un hermano a juicio:

1 Corintios 6:1, 5
1¿Osa alguno de vosotros, cuando tiene algo contra otro, ir a juicio delante de los injustos, y no delante de los santos?
5 Para avergonzaros lo digo. ¿Pues qué, no hay entre vosotros sabio, ni aun uno, que pueda juzgar entre sus hermanos,

También dio instrucciones sobre el matrimonio:

1 Corintios 7:1–2
1 En cuanto a las cosas de que me escribisteis, bueno le sería al hombre no tocar mujer;
2 pero a causa de las fornicaciones, cada uno tenga su propia mujer, y cada una tenga su propio marido.

Compartió asimismo su interpretación acerca de la forma en la que los creyentes debían analizar temas relacionados con lo sacrificado a los ídolos, y con los dones espirituales:

1 Corintios 8:1
En cuanto a lo sacrificado a los ídolos, sabemos que todos tenemos conocimiento. El conocimiento envanece, pero el amor edifica.

1 Corintios 12:1
No quiero, hermanos, que ignoréis acerca de los dones espirituales.

De esta misma manera, Pablo también tocó temas relacionados con la vida de los gálatas y compartió sus opiniones con ellos. Pablo comienza su epístola dirigida a los cristianos de Galacia de la siguiente manera:

Gálatas 1:1–2
1 Pablo, apóstol (no de hombres ni por hombre, sino por Jesucristo y por Dios el Padre que lo resucitó de los muertos),
2 y todos los hermanos que están conmigo, a las iglesias de Galacia:

En Gálatas 4:1, expresó su opinión:

Gálatas 4:1
Pero también digo: Entre tanto que el heredero es niño, en nada difiere del esclavo, aunque es señor de todo.

En el Antiguo Testamento, Dios reprendía al pueblo a través de castigos y advertencias. En las epístolas del Nuevo Testamento, en muchas ocasiones vemos cómo Pablo reprendía a los creyentes. Un ejemplo de ello es su epístola a los cristianos gálatas, en la cual los amonestó:

Gálatas 3:1–3
1 ¡Oh gálatas insensatos! ¿quién os fascinó para no obedecer a la verdad, a vosotros ante cuyos ojos Jesucristo fue ya presentado claramente entre vosotros como crucificado?
2 Esto solo quiero saber de vosotros: ¿Recibisteis el Espíritu por las obras de la ley, o por el oír con fe?
3 ¿Tan necios sois? ¿Habiendo comenzado por el Espíritu, ahora vais a acabar por la carne?

Esta reprimenda no procedía del Señor directamente. Sin embargo, como Pablo era un apóstol (“no de hombres ni por hombre, sino por Jesucristo y por Dios el Padre …”; Gálatas 1:1) y como había alcanzado una estatura espiritual desde la cual podía hablar significativamente de parte de Dios, se puede decir que Dios también estaba reprendiendo a los gálatas a través de Pablo.

Lo que Pablo expresaba en sus epístolas estaba en consonancia con lo que Dios deseaba comunicar a Su pueblo. Estas cartas abordaban temas relevantes para determinados grupos de personas y para las diversas iglesias a las que estaban dirigidas. Y como parte de las Escrituras, también son relevantes para el pueblo de Dios en cualquier época.

Sin embargo, debemos tener en cuenta que las epístolas escritas por los apóstoles que han sido incluidas en las Escrituras, pertenecen a una categoría especial, ya que existen otras cartas escritas por ellos que no forman parte de la Biblia, pues no poseen la misma importancia ni autoridad. Dios desea que los principios que Él nos comunica a través de la Biblia (a la cual pertenecen las epístolas del Nuevo Testamento) se conviertan en el fundamento de nuestros conocimientos de la verdad, y en la guía que debemos seguir para vivir.

Las epístolas de Pablo son muy ricas en contenido y revelan asuntos de gran importancia, tales como: los designios del corazón de Dios, Su voluntad para Su pueblo, la forma en la que debe vivir el pueblo de Dios, y cómo puede éste cumplir con los propósitos eternos de Dios, incluyendo instrucciones para la vida de la iglesia. En las cartas paulinas vemos que Dios no le dice al apóstol Pablo exactamente lo que debe escribirle a Su pueblo. Lo que sucede en estas epístolas, es que Pablo se dirige a varias iglesias amonestándolas e instruyéndolas según los conocimientos y sabiduría recibidos del Señor. Sin embargo, hay que observar que lo que Dios desea que comprendamos y aprendamos de las epístolas paulinas, puede ir más allá de lo que el mismo Pablo comprendió en materia de significado y realidad.

Permítanme ahora hacer un comentario sobre 1 Corintios 7.

1 Corintios 7:25
En cuanto a las vírgenes no tengo mandamiento del Señor; mas doy mi parecer, como quien ha alcanzado misericordia del Señor para ser fiel.

Es interesante observar que Pablo dice: “… no tengo mandamiento del Señor; mas doy mi parecer”. Vemos aquí que Dios no lo mandó a decir estas cosas, sino que Pablo estaba dando su opinión. Vemos que él dice: “… doy mi parecer, como quien ha alcanzado misericordia del Señor para ser fiel”. La opinión de Pablo no es frívola o carnal. Es una opinión fiel, que proviene de un siervo fiel del Señor. Es un parecer que fluía desde los conocimientos que el Señor le había dado, y desde la estatura espiritual que había alcanzado. Se trataba de una opinión que él dio después de haber intercedido en oración. Él dio su parecer según su comprensión de la situación.

Pablo afirma expresamente: “no tengo mandamiento del Señor”. Él tan solo expresa lo que ha podido comprender, lo cual está en consonancia con los deseos e intenciones de Dios. Si la situación espiritual de Pablo no hubiese sido buena, y si no hubiese estado en comunión con Dios, entonces las opiniones expresadas por él no hubiesen sido confiables.

Formas en las que Dios ha hablado a través de las epístolas

Las epístolas de Pedro, de Juan y de Santiago, al igual que las paulinas, fueron escritas según la comprensión de cada apóstol en lo tocante a las situaciones, principios y temas pertinentes e importantes. El contenido de sus cartas emanaba desde la realidad presente en sus corazones y desde la sabiduría, el conocimiento y la estatura espirituales que habían alcanzado.

Del Nuevo Testamento podemos extraer principios importantes relacionados con la forma en la que Dios se comunica a través de Sus siervos y en la que obra en ellos. Los apóstoles eran hombres de una gran estatura y conocimiento espirituales; hombres que permanecían en profunda comunión y relación con Dios. El Señor deseaba que estas epístolas comunicaran el deseo de Su corazón en cuanto a la realización y el cumplimiento de Sus propósitos. Él también quería que estas cartas formaran parte importante de las Escrituras.

Las epístolas constituyen documentos trascendentales, pues son una importante fuente de revelación y constituyen el fundamento sobre el cual Dios desea que conduzcamos nuestras vidas. Sin embargo, en ellas Dios no habla directamente, sino que lo hace a través de las vidas y enseñanzas de los apóstoles.

Tanto en el Antiguo Testamento como en el Nuevo, podemos ver una progresión en la manera en la que Dios desea obrar en nosotros y a través de nosotros. Esto ha venido ocurriendo desde los tiempos del Antiguo Testamento y hasta nuestros días.

Podemos decir que es así como Dios desea trabajar en y a través de nuestras vidas. Él desea ayudarnos a crecer en estatura, sabiduría y conocimientos espirituales, para que podamos hacer frente a las situaciones, asuntos y a los individuos en comunión con Él, teniendo un conocimiento que fluya desde nuestra realidad interior. Esto no sería tan significativo si Dios siempre tuviera que decirnos exactamente lo que debemos decir o hacer, y nosotros sólo llevásemos a cabo Sus instrucciones precisas y repitiésemos Sus palabras exactas.

Tal y como yo lo interpreto, desde el punto de vista de la comunión, la participación, de nuestro crecimiento y desarrollo, ésta es la forma que Dios prefiere para comunicarse con nosotros. Todos estos aspectos están relacionados con los propósitos fundamentales de Dios para el hombre, o sea, que crezcamos en estatura espiritual y que podamos tomar parte de forma significativa en la realización y cumplimiento de Sus propósitos. Una persona puede aparentar ser espiritual al ser capaz de recibir muy claramente las instrucciones de Dios ordenándole con exactitud lo que debe hacer o decir, pero en realidad esto puede no ser tan útil o conveniente a largo plazo.

El Señor desea que no sólo comuniquemos la verdad, sino que la vivamos. Nuestras vidas, por tanto, deben ser una expresión de la verdad; la verdad debe convertirse en parte de nuestras vidas; de manera tal, que al analizar las situaciones y las personas, lo hagamos desde la realidad de haber visto y vivido la verdad en nuestras propias vidas.

Cuando esta realidad se apodera de nuestras vidas, nuestro ministerio tendrá un mayor impacto. No solamente comunicaremos palabras, sino también vida y realidad espirituales. Mientras más vivamos esa verdad en nuestras vidas, más eficaz será nuestro ministerio. Esta transmisión de la verdad que hacemos realidad en nuestras vidas llegará, no sólo por las palabras que hablamos, sino por las vidas que vivimos. Así es como Dios desea que Sus hijos hablen en Su nombre, y esto es lo que significa ser fieles representantes de Dios. En la parte final de este mensaje analizaremos de qué forma podemos vivir esta verdad para poder reflejar fielmente el ministerio terrenal del Señor Jesucristo.

El tener experiencias espirituales evidentes no tiene por qué marcar una diferencia en la calidad y estatura de nuestras vidas, y no necesariamente constituirá evidencia de salud y madurez espiritual. Lo que es realmente importante, es que desarrollemos una verdadera calidad espiritual interior, para que seamos cada vez más parecidos al Señor Jesús, en la hermosura de Su carácter y Su estrecha relación con el Padre. En esto radica la verdadera fuerza.

Considerar detenidamente cada asunto es vital para el proceso de crecimiento

Algunos pueden sentir preocupación al pensar que si Dios no nos comunica las cosas de forma clara, tal y como lo hacía con los profetas, podríamos vernos en un aprieto, pues no estaríamos seguros con respecto a la voluntad de Dios. Les angustia, por tanto, la idea de cometer algún error. Pero si nos detenemos a reflexionar, nos daremos cuenta de que el hecho de no estar seguros y la posibilidad de cometer un error, pueden ser significativos en este proceso de crecimiento.

Si Dios nos comunicara todo constantemente de forma clara y directa, diciéndonos lo que debemos hacer y decir a cada paso, ya no necesitaríamos analizar en oración cada asunto ni sus repercusiones. Si le preguntáramos al Señor: “Señor, ¿cuál es Tu voluntad?”, y Él nos dijera: “Haz esto”, ciertamente ya no necesitaríamos pensar más sobre el tema, ¿no es cierto? Por supuesto que no, porque ya la voluntad del Señor habría sido revelada, y se trataría entonces simplemente de llevarla a cabo. Pero esto no resulta útil para nuestro desarrollo ni para nuestra participación en Su obra.

Cuando Dios no nos deja claras las cosas, entonces necesitamos reflexionar y analizar en oración, considerando detenidamente el asunto. El hecho de no estar seguros, o de poder cometer errores, nos ayuda a proceder con sumo cuidado si el asunto en cuestión es importante.

Es bueno aprender a ser cuidadoso y responsable. El proceso mismo de considerar detenidamente un asunto y los principios que éste implica, o sea, el tratar de comprender lo que ocurre y saber qué hacer para reaccionar con sabiduría, es una parte muy importante dentro de nuestro proceso de aprendizaje, y de nuestro crecimiento para alcanzar la madurez. Esto es lo que Dios desea que hagamos, y no debemos mostrarnos autosuficientes, negligentes o indolentes en este sentido.

Dios ha inspirado las Escrituras para que aprendamos de ellas. En ellas hallamos principios que nos sirven de guía. Por tanto, Dios desea que consideremos cuidadosamente la forma de aplicar esos diversos principios en cada situación que enfrentemos. Cuando avanzamos bien dentro de este proceso, nuestras mentes se renuevan, y las verdades y principios de Dios se arraigan cada vez más en nuestras vidas.

Aun cuando cometemos errores, podemos aprender de ellos e intentar comprender qué fue lo que salió mal. Dios es soberano y controla cada situación, y en ocasiones obra para paliar las consecuencias negativas de nuestros errores cuando Él lo estima conveniente.

Podemos ver que en la crianza de los hijos se cumplen principios semejantes. ¿Es bueno que los padres siempre les digan a sus hijos exactamente lo que tienen que hacer? Me parece que resulta provechoso que en ocasiones los padres alienten a sus hijos a pensar detenidamente lo que van a hacer, y que en determinados contextos, les permitan decidir por sí mismos. De cometer un error, podrán aprender para hacer mejor las cosas en la próxima ocasión. Pero debemos tener más cuidado cuando se trata de asuntos serios. De existir peligros, debemos proceder con más cuidado a la hora de supervisar y guiar a nuestros hijos. De la misma manera y por nuestro bien, Dios nos guía y supervisa conforme a Su perfecta sabiduría para fomentar nuestro crecimiento espiritual.

El crecimiento en sabiduría y conocimiento espiritual

El hecho de que Dios obre de esta forma también resulta un incentivo para que procuremos crecer en sabiduría, conocimiento y estatura espirituales; aprendemos a valorar en gran medida el conocimiento y la sabiduría espiritual. Esto está en consonancia con las enseñanzas y las prioridades bíblicas. Si logramos un crecimiento adecuado en materia de sabiduría y conocimiento espirituales, entonces podremos desplegar una actitud y cualidades morales adecuadas.

Echemos un vistazo a Proverbios, capítulos 1 y 8, donde encontramos pasajes que ensalzan la sabiduría y el conocimiento. El libro de Proverbios comienza de la siguiente manera:

Proverbios 1:1–5, 7
1 Los proverbios de Salomón, hijo de David, rey de Israel.
2 Para entender sabiduría y doctrina,
Para conocer razones prudentes,
3 Para recibir el consejo de prudencia,
Justicia, juicio y equidad;
4 Para dar sagacidad a los simples,
Y a los jóvenes inteligencia y cordura.
5 Oirá el sabio, y aumentará el saber,
Y el entendido adquirirá consejo,
7 El principio de la sabiduría es el temor de Jehová;
Los insensatos desprecian la sabiduría y la enseñanza.

La sabiduría se asocia con “la justicia, juicio y equidad” (v. 3). Este versículo nos dice que la sabiduría tiene un contenido moral. Ésta sólo puede hallarse cuando se establece una correcta relación con Dios, y cuando existe reverencia hacia Dios. En este pasaje nos percatamos de la importancia de aprender a ser sabios, de crecer en conocimientos, y de no ser ingenuos o necios.

Proverbios 1:20
La sabiduría clama en las calles,
Alza su voz en las plazas.

Proverbios 1:24–28, 31, 33
24 Por cuanto llamé, y no quisisteis oír,
Extendí mi mano, y no hubo quien atendiese,
25 Sino que desechasteis todo consejo mío
Y mi reprensión no quisisteis,
26 También yo me reiré en vuestra calamidad,
Y me burlaré cuando os viniere lo que teméis;
27 Cuando viniere como una destrucción lo que teméis,
Y vuestra calamidad llegare como un torbellino;
Cuando sobre vosotros viniere tribulación y angustia.
28 Entonces me llamarán, y no responderé;
Me buscarán de mañana, y no me hallarán.
31 Comerán del fruto de su camino,
Y serán hastiados de sus propios consejos.
33 Mas el que me oyere, habitará confiadamente
Y vivirá tranquilo, sin temor del mal.

Estos versículos nos advierten que no debemos descuidar la sabiduría y el conocimiento. Debemos esforzarnos por crecer en sabiduría para poder saber cómo atravesar bien situaciones de todo tipo.

Crecer en sabiduría y conocimiento constituye un proceso que requiere de tiempo. No podemos desear tener sabiduría sólo cuando la necesitemos. Si no valoramos el conocimiento y la sabiduría, y olvidamos alimentar esta parte de nuestras vidas, no tendremos sabiduría para responder cuando lo necesitemos ante las situaciones que nos sobrevengan. Por otra parte, el versículo 33 nos asegura que aquellos que presten la debida atención a este aspecto de la vida, “habitarán confiadamente y vivirán tranquilos, sin temor del mal”.

Ahora haré referencia a algunos pasajes del capítulo 8:

Proverbios 8:8, 12–13
8 Justas son todas las razones de mi boca;
No hay en ellas cosa perversa ni torcida.
12 Yo, la sabiduría, habito con la cordura,
Y hallo la ciencia de los consejos.
13 El temor de Jehová es aborrecer el mal;
La soberbia y la arrogancia, el mal camino,
Y la boca perversa, aborrezco.

Aquí vemos nuevamente que la sabiduría posee un contenido moral. La sabiduría está estrechamente relacionada con la justicia, la prudencia y la discreción, y está separada totalmente del orgullo, la arrogancia y de los caminos perversos.

Proverbios 8:17–21
17 Yo amo a los que me aman,
Y me hallan los que temprano me buscan.
18 Las riquezas y la honra están conmigo;
Riquezas duraderas, y justicia.
19 Mejor es mi fruto que el oro, y que el oro refinado;
Y mi rédito mejor que la plata escogida.
20 Por vereda de justicia guiaré,
Por en medio de sendas de juicio,
21 Para hacer que los que me aman tengan su heredad,
Y que yo llene sus tesoros.

Debemos anhelar poseer sabiduría y conocimientos, y buscarlos, pero siempre con la actitud correcta del corazón. Al alcanzarlos, también obtendremos sus beneficios: verdadera abundancia y honor, riquezas perdurables y justicia en el reino de Dios.

El camino hacia la sabiduría y el conocimiento está lleno de bendiciones, de vida abundante y del favor de Dios. Pero los que rechazan la sabiduría y el conocimiento, sólo obtendrán muerte y destrucción.

Proverbios 8:34–36
34 Bienaventurado el hombre que me escucha,
Velando a mis puertas cada día,
Aguardando a los postes de mis puertas.
35 Porque el que me halle, hallará la vida,
Y alcanzará el favor de Jehová.
36 Mas el que peca contra mí, defrauda su alma;
Todos los que me aborrecen aman la muerte.

La importancia de la sabiduría y del conocimiento también puede verse en la manera en la que Pablo oró por los cristianos de Éfeso y Colosas. Él oraba para que los ojos de su entendimiento pudieran ser alumbrados, y para que crecieran en sabiduría y entendimiento espiritual (Efesios 1:17–18; Col. 1:9).

Todo lo que hemos mencionado acerca de la manera preferida de Dios para hablar con nosotros y acerca de Su enfoque para comunicarse con nosotros, debe constituir un incentivo para que procuremos ser sabios y crezcamos en conocimiento y entendimiento verdaderos.

Veamos ahora cómo Dios se comunica con nosotros a través del Señor Jesús, para poder comprender la manera en la que Él trabaja, y cómo desea obrar en y a través de nosotros.

¿Por qué al Señor Jesús se le conoce como el Verbo (Juan 1:1)? Uno de los motivos fundamentales tiene que ver con la comunicación. Dios nos comunica Su verdad a través de la persona y la obra del Señor Jesús, el Verbo de Dios.

Analicemos lo que dice Hebreos 1:1–3 acerca de la forma en la que Dios nos habla a través del Señor Jesús.

Hebreos 1:1–3
1 Dios, habiendo hablado muchas veces y de muchas maneras en otro tiempo a los padres por los profetas,
2 en estos postreros días nos ha hablado por el Hijo, a quien constituyó heredero de todo, y por quien asimismo hizo el universo;
3 el cual, siendo el resplandor de su gloria, y la imagen misma de su sustancia, y quien sustenta todas las cosas con la palabra de su poder, habiendo efectuado la purificación de nuestros pecados por medio de sí mismo, se sentó a la diestra de la Majestad en las alturas,

Aquí vemos cómo en el pasado Dios habló a través de los profetas de muchas maneras diferentes, pero en los días postreros, Dios nos ha hablado a través de Su Hijo, quien es Dios hecho hombre. Él constituye el resplandor de la gloria de Dios, y la imagen misma de Su sustancia (Hebreos 1:3). Gracias a esta perfecta realidad presente en el Señor Jesús, Dios nos comunica Su auténtica y perfecta verdad a través de Su vida y ministerio, y a través de Su conducta y Sus palabras.

A través del Señor Jesús, Dios nos demuestra que es posible que la verdad y la realidad divina broten a través de un Hombre. El Señor Jesús no es solamente Dios; también es humano. Pero Su condición humana no oscurece ni disminuye la verdad y la realidad divinas que emanan de Su interior. Él es la fiel expresión y representación de la voluntad, el carácter y la vida de Dios Padre. Él transmite la verdad no adulterada en toda su plenitud y riqueza de significado porque Él es la Luz y la Verdad, y la representación exacta de la naturaleza de Dios.

Dios desea que nosotros también nos convirtamos en Sus representantes fieles y eficaces, teniendo a Jesús como ejemplo perfecto a seguir. La vida y verdad divinas en toda su profundidad y riqueza, deben hacerse cada vez más reales en nuestras vidas. A medida que vivamos más esta realidad y la expresemos a través de nuestras vidas, seremos más y más eficaces como fieles representantes de Dios en la tierra.

Como embajadores de Dios, debemos proclamar la verdad. Pero no se trata simplemente de proclamarla a través de las palabras. Dios desea comunicarle la verdad al mundo a través de nuestras palabras, pero también mediante cada aspecto de nuestras vidas y de nuestra conducta, tal y como lo ha hecho a través del Señor Jesucristo.

Para poder ser verdaderos embajadores de Cristo, debemos proclamar la verdad con palabras que fluyan desde nuestra propia realidad interior. Pero, ¿cómo podemos lograr esto? Podemos hacerlo aprendiendo, creciendo; y luego viviendo, comportándonos y hablando con significado, con realidad, y mostrando nuestro ejemplo. Y esto sólo es posible porque Dios está trabajando en nosotros. Cuando nos sometemos a Su obra, nuestras mentes son renovadas, y nuestras vidas se transforman. De esta manera, veremos cómo Cristo se manifestará cada vez más en nuestro ser. Al vivir en comunión con Dios, siendo guiados y llenos de poder por el Espíritu Santo, no sólo experimentaremos de forma significativa la vida y la realidad que Dios desea para Sus hijos y representantes fieles, sino que las expresaremos también de manera eficaz.

Los que de nosotros amamos al Señor, deseamos ciertamente servirle bien. Para poder hacerlo, debemos aprender a decir lo que Dios desea que digamos, y a servir con las fuerzas que Él nos proporciona. Debemos fortalecernos internamente con poder mediante Su Espíritu. Esto es lo que nos dicen los apóstoles Pedro y Pablo en 1 Pedro 4:11, y en Efesios 3:16.

1 Pedro 4:11
Si alguno habla, hable conforme a las palabras de Dios; si alguno ministra, ministre conforme al poder que Dios da, para que en todo sea Dios glorificado por Jesucristo, a quien pertenecen la gloria y el imperio por los siglos de los siglos. Amén.

Efesios 3:16
para que os dé, conforme a las riquezas de su gloria, el ser fortalecidos con poder en el hombre interior por su Espíritu.

Necesitamos disponer nuestros corazones para aprender y crecer adecuadamente, de manera que logremos ser verdaderamente fuertes. La verdadera fuerza y el buen servicio al Señor no constituyen tan solo experiencias espirituales pasajeras o actitudes que se asumen para ocasiones específicas. En lugar de ello, deben ser experiencias y realidades continuas. Debemos fortalecer nuestro hombre interior y esforzarnos por crecer en estatura espiritual y en servicio eficaz. Pero si intentamos hacerlo con nuestras propias fuerzas, no llegaremos a ninguna parte; debemos hacerlo según la potencia del Señor.

Colosenses 1:29
para lo cual también trabajo, luchando según la potencia de él, la cual actúa poderosamente en mí.

Aquí Pablo nos narra cómo trabajó y luchó según el poder de Dios que actuaba poderosamente en él. Teniendo en cuenta su ejemplo, nosotros debemos también aprender a trabajar y a batallar según el poder de Dios.

2 Tesalonicenses 1:11
Por lo cual asimismo oramos siempre por vosotros, para que nuestro Dios os tenga por dignos de su llamamiento, y cumpla todo propósito de bondad y toda obra de fe con su poder.

Deberíamos concentrarnos en crecer bien en el Señor para poder ser transformados y estar en la posición donde Dios pueda llevar a cabo Sus planes y propósitos de forma significativa a través de nuestras vidas, de la forma en que Él crea conveniente.

Bienaventurados los que no vieron, y creyeron

Hagamos ahora una profunda reflexión acerca de las palabras que el Señor Jesús le dijo a Tomás en Juan 20:27–29.

Juan 20:27–29
27 Luego dijo a Tomás: Pon aquí tu dedo, y mira mis manos; y acerca tu mano, y métela en mi costado; y no seas incrédulo, sino creyente.
28 Entonces Tomás respondió y le dijo: ¡Señor mío, y Dios mío!
29 Jesús le dijo: Porque me has visto, Tomás, creíste; bienaventurados los que no vieron, y creyeron.

Tomas había expresado dudas cuando los demás discípulos le dijeron que habían visto al Señor.

Juan 20:25
Le dijeron, pues, los otros discípulos: Al Señor hemos visto. El les dijo: Si no viere en sus manos la señal de los clavos, y metiere mi dedo en el lugar de los clavos, y metiere mi mano en su costado, no creeré.

Entonces el Señor Jesús se le apareció a Tomás, para que éste con sus propios ojos pudiera ver al Señor resucitado, y tocarlo con sus propias manos. Entonces cuando Tomas expresó su fe en el Señor Jesús, Él le dijo: “Porque me has visto, Tomás, creíste; bienaventurados los que no vieron, y creyeron” (versículo 29).

A través de este pasaje se puede ver que el Señor Jesús está tratando de enseñarnos que el principio de vivir por la fe, significa que no solamente debemos vivir concentrándonos en el mundo visible que nos rodea. Con esto no queremos decir que tenemos que creer en todo cuanto nos digan, sobre todo cuando no existe un fundamento adecuado. Pablo nos exhorta a andar por fe y no por vista (2 Corintios 5:7), y cuando aprendemos a vivir de esta manera, Dios se siente complacido. El hecho de impresionarnos indebidamente o de preocuparnos por determinadas experiencias espirituales evidentes y dramáticas, puede ser un indicio de que somos inmaduros desde el punto de vista espiritual, y de que algo anda mal en nuestro andar con el Señor.

Cuando nuestra fe es lo suficientemente sólida, podemos perfectamente percibir la verdad, percatarnos de la realidad y reconocer los caminos de Dios, aun cuando éstos no se expongan de forma obvia. Ésta es una manifestación de verdadera fe.

Advertencia contra los deseos malsanos de presenciar las manifestaciones evidentes del poder de Dios

En el libro de Marcos, capítulo 8, versículo 12, vemos al Señor Jesús gimiendo profundamente en su espíritu. En muy pocas ocasiones en las Escrituras se nos describe al Señor Jesús experimentando este estado; por tanto, en este pasaje hay algo significativo a lo que debemos prestar atención.

Los fariseos estaban discutiendo con Él y pidiéndole señal del cielo para tentarle.

Marcos 8:12
Y gimiendo en su espíritu, dijo: ¿Por qué pide señal esta generación? De cierto os digo que no se dará señal a esta generación.

Los fariseos deseaban ver una señal debido a la dureza de sus corazones. Es decir, deseaban ver una manifestación más evidente del poder de Dios. Mas el Señor Jesús, gimiendo en su espíritu, dijo: “¿Por qué pide señal esta generación?”.

En Mateo 12:39, que es un versículo similar, vemos que Jesús dice lo siguiente:

Mateo 12:39
El respondió y les dijo: La generación mala y adúltera demanda señal; pero señal no le será dada, sino la señal del profeta Jonás.

Tengamos mucho cuidado con el enfoque mediante el cual abordamos la vida. Es cierto que deseamos conocer más profundamente al Señor y que anhelamos entender Sus caminos; también queremos crecer bien en el Señor. Sin embargo, no debemos albergar deseos y ansias malsanos de experimentar señales espectaculares y evidentes. Recordemos siempre lo que dijo Jesús acerca de “… la generación mala y adúltera [que] demanda señal”.

Aprendamos a poder reconocer lo que es importante a los ojos del Señor, a concentrarnos en el significado y la realidad, en vez de sentirnos indebidamente impresionados y atraídos por las apariencias externas de las cosas, por las señales dramáticas y espectaculares, y por lo que aparenta ser espiritual.

Dios puede obrar de maneras espectaculares, según Su perfecta sabiduría, pero dejemos al Señor el obrar de la forma en que Él estime conveniente. Nosotros, por nuestra parte, concentrémonos en lo que realmente importa: aprender para poder crecer satisfactoriamente, y poder estar listos y disponibles para el Señor, para hacer Su voluntad, cualquiera que ésta sea, en nuestras vidas.

Reflexionemos en oración sobre nuestras vidas. ¿Estamos procurando entender la voluntad de Dios? ¿Estamos buscando crecer en sabiduría y conocimiento verdaderos, impulsados por motivos y actitudes legítimos? ¿Estamos siendo receptivos a lo que Él desea comunicarnos? ¿Estamos cooperando con Él? ¿Estamos reaccionando bien ante las diferentes situaciones y problemas de la vida? Busquemos del Señor para poder aprender a ser Sus representantes fieles, eficaces y genuinos en este mundo caído.


1. Comparta con los demás su forma de interpretar la siguiente proposición: Aunque Dios puede hablarnos de forma clara y directa, la mayoría de las veces Él prefiere hablarnos de maneras menos dramáticas y evidentes, cuando le es viable hacerlo de manera significativa.

¿Cree usted que Dios tenga buenas razones para adoptar este enfoque en la actualidad? Si así lo cree, ¿cuáles serían esas razones?

2. Medite acerca de la forma en la que Dios comunicaba Sus verdades a Sus siervos o a través de ellos en el Antiguo Testamento, en comparación con la manera en la que Él obra y comunica Sus verdades a través de ellos en el Nuevo Testamento. ¿Cuáles eran las repercusiones en cada caso?

3. ¿Qué enseñanza podemos obtener de la manera en que Dios comunica Sus verdades a través de la persona y la obra del Señor Jesús, el Verbo de Dios? ¿De qué forma puede esta enseñanza ayudarnos a comprender el deseo que Dios tiene de que seamos Sus representantes fieles y eficaces?

Copyright
The content of this message is protected by Copyright © 2001 - 2012 Lim Kou. Permission is given to print and reproduce part (where the meaning intended is retained and the part is not quoted out of context) or all the content, for personal use or for distribution, on condition that there is proper acknowledgement, no changes are made and the content distributed free of charge. Please be prayerful and discreet in distributing or making the content available to others. This paragraph and that below should be included in any and all content reproduced for distribution.

Scripture Quotations
Scripture quotations unless otherwise stated, are taken from the NEW AMERICAN STANDARD Bible ®, Copyright © 1960, 1962, 1963, 1968, 1971, 1972, 1973, 1975, 1977, 1995 by The Lockman Foundation. Used by permission.

Appearance & Reality > The Lord Jesus Christ > Truly Strong (7)
previous < Mensaje AR146 > next

Valid XHTML 1.0 Strict