Appearance & Reality > The Lord Jesus Christ > The Two Kingdoms (5)
previous < Mensaje AR136 > next

MENSAJE AR136

El significado de nuestro tiempo en la tierra: crecer y contribuir al avance del reino de Dios

Predicado en: 23 Jan 94 ▪ Editado en: 4 Aug 02 (Revisado en Nov 11)


La influencia del espíritu del mundo domina a toda la humanidad en todos los aspectos de la vida en este mundo caído. Sus atracciones son seductoras y mortíferas. Es fácil adoptar la forma del mundo y apartarse del reino de Dios.

Para el creyente es un asunto serio ser atrapado por las atracciones de este mundo, pero no debemos ver la vida terrenal como aquella en la que tenemos que estar constantemente a la caza de tales trampas. Tampoco debemos considerar nuestro tiempo en la tierra como un contexto meramente plagado de influencias negativas, dolor y sufrimiento, tentaciones y maldad.

Muchos pueden llegar a enamorarse de las cosas del mundo al punto de negarse a abandonar esta tierra, pero también hay cristianos que ven este mundo como un lugar terrible, del cual mientras más rápido salgan, mejor. Pueden estar sufriendo mucho en su vida y sentir que es mejor partir de aquí y estar en el cielo.

En el intento de no ser corrompidos por el mundo, algunos creyentes se aíslan, convirtiéndose en ermitaños o retirándose a monasterios o a comunidades cristianas apartadas en cualquier lugar lejano. Pero, ¿acaso esto es lo que el Señor quiere que hagan Sus discípulos?

Si bien debemos guardarnos de las influencias negativas del mundo, no debemos optar por salirnos de la sociedad. Esta no es la intención del Señor para con nosotros. El Señor Jesús quiere que Sus discípulos sean la sal de la tierra y la luz del mundo (Mt. 5:13-14), que sean Sus testigos en este mundo, y no podemos hacerlo si nos aislamos de la sociedad.

Un enfoque bíblico sano debe hacer énfasis en la relevancia de nuestro tiempo en la tierra y en la dimensión positiva de llevar a cabo las intenciones de Dios para nuestras vidas.

Significado de nuestro tiempo en la tierra

En Su oración al Padre por Sus discípulos, el Señor Jesús expresó: “No ruego que los quites del mundo, sino que los guardes del mal” (Juan 17:15). El Señor no quiere que seamos quitados de este mundo. Nos ha puesto aquí y quiere que permanezcamos aquí hasta que venga el tiempo de partir.

En la misma oración, el Señor dijo: “Como tú me enviaste al mundo, así yo los he enviado al mundo” (Juan 17:18). El Señor Jesús nos ha enviado al mundo, así como el Padre lo envió. Así como era el propósito del Señor venir a este mundo, hay significado y propósito en que estemos en el mundo.

Dios tiene buenas razones e importantes intenciones para con nuestro tiempo en la tierra. Por lo tanto, es importante que reconozcamos cuáles son dichas razones e intenciones y que les prestemos atención.

En Efesios 5:15-17, el apóstol Pablo nos instruye sobre cómo debemos vivir en esta tierra:

Efesios 5:15-17
15 Mirad, pues, con diligencia cómo andéis, no como necios sino como sabios,
16 aprovechando bien el tiempo, porque los días son malos.
17 Por tanto, no seáis insensatos, sino entendidos de cuál sea la voluntad del Señor.

Pablo nos insta a tener cuidado de la forma en que vivimos, “no como necios sino como sabios” (v. 15), lo cual significa “aprovechar bien nuestro tiempo” aquí en la tierra (v. 16), porque es un tiempo muy importante, y las influencias del mundo son muy grandes. Por lo tanto, debemos hacer todo el esfuerzo posible por entender y hacer la voluntad de Dios (v. 17).

Desde el punto de vista de las Escrituras podemos ver dos razones básicas por las que Dios nos ha puesto en este mundo:

  1. Para ser testigos de Dios y para contribuir al avance de Su reino
  2. Para aprender, madurar y prepararnos para la eternidad

Es útil que nos enfoquemos y evaluemos los asuntos de la vida y las situaciones por las que atravesamos teniendo en mente estas dos razones básicas.

1. Siendo testigos de Dios y contribuyendo al avance de Su reino

Testigos en este mundo

En Mateo 5:13-14, el Señor Jesús dice: “Vosotros sois la sal de la tierra…” y “vosotros sois la luz del mundo”. En Hechos 1:8, el Señor Jesús dijo a Sus discípulos: “Recibiréis poder, cuando haya venido sobre vosotros el Espíritu Santo, y me seréis testigos… hasta lo último de la tierra”.

El Señor Jesús quiere darnos poder para que podamos ser testigos fieles y eficaces de la verdad, de Dios y de la gran salvación que Él ha provisto para toda la humanidad.

Embajadores de Cristo

Veamos 2 Corintios 5:18-20, donde el apóstol Pablo se refiere al asunto de la reconciliación del hombre con Dios.

2 Corintios 5:18-20
18 Y todo esto proviene de Dios, quien nos reconcilió consigo mismo por Cristo, y nos dio el ministerio de la reconciliación;
19 que Dios estaba en Cristo reconciliando consigo al mundo, no tomándoles en cuenta a los hombres sus pecados, y nos encargó a nosotros la palabra de la reconciliación.
20 Así que, somos embajadores en nombre de Cristo, como si Dios rogase por medio de nosotros; os rogamos en nombre de Cristo: Reconciliaos con Dios.

“El mundo” en el versículo 19 no se refiere al mundo caído, ni a sus tendencias y valores, a diferencia de 1 Juan 2:15-17. Aquí, “el mundo” se refiere a las personas del mundo, como en Juan 3:16.

El Señor no está reedificando ni restaurando el mundo caído, el cual está destinado a la destrucción. En cambio, está reconciliando Consigo mismo las personas del mundo, “no tomándoles en cuenta a los hombres sus pecados” (v. 19). Para lograrlo, Dios proveyó en Cristo reconciliación para el mundo con respecto a Él. Y para todos nosotros que hemos sido reconciliados con Dios, nos ha confiado el ministerio de la reconciliación. Hemos de ser “embajadores en nombre de Cristo” (v. 20), alcanzando al mundo en Su nombre.

Cumpliendo la Gran Comisión

Veamos ahora el pasaje en Mateo 28, el cual lo identificamos como la Gran Comisión:

Mateo 28:18-20
18 Y Jesús se acercó y les habló diciendo: Toda potestad me es dada en el cielo y en la tierra.
19 Por tanto, id, y haced discípulos a todas las naciones, bautizándolos en el nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo;
20 enseñándoles que guarden todas las cosas que os he mandado; y he aquí yo estoy con vosotros todos los días, hasta el fin del mundo. Amén.

El cumplimiento de lo que el Señor Jesús nos ordena en este pasaje no sólo implica ayudar a los no creyentes a convertirse en cristianos, sino también ayudarles a crecer hacia la madurez en Cristo. El Señor Jesús nos insta a hacer discípulos y a enseñarles a observar todo lo que Él nos ha mandado. Es importante que ayudemos a los discípulos a entender y a observar la plenitud, anchura y profundidad de todo lo que el Señor preparó para que conociésemos y alcanzásemos.

Ayudar a los creyentes a madurar es realmente un aspecto primordial del cumplimiento de la Gran Comisión y del avance del reino de Dios. Esto tiene que ver con la transformación de la vida del creyente y estar sometido cada vez más al señorío de Cristo.

Esta es la esencia misma del significado del cumplimiento de la Gran Comisión y del avance del reino de Dios: el incremento numérico de los discípulos y su crecimiento hacia la madurez, donde se reconozca el reinado del Señor, y Él reine en los corazones y en las mentes de Su pueblo.

La mayoría de los cristianos pueden reconocer la importancia de testificar y contribuir al avance del reino de Dios, pero muchos lo entienden en el estrecho marco de ayudar a los no creyentes a convertirse en cristianos. Pero ellos no pueden apreciar el significado más completo de testificar, lo cual incluye testificar por medio de nuestras vidas todo lo que hemos estado aprendiendo del Señor; además, no pueden ver que ayudar a los cristianos a crecer bien es un aspecto primordial de contribuir al cumplimiento de la Gran Comisión y del avance del reino de Dios.

Las instrucciones del Señor en Mateo 28:18-20 fueron concebidas para ser puestas en práctica en el contexto de la vida sana de la Iglesia, y no sólo por medio de individuos que hagan discípulos a nivel personal. Así fue como la iglesia primitiva lo entendió y como ellos llevaron a cabo lo que el Señor les comisionó, como podemos ver en el libro de los Hechos y en las epístolas de Pablo.

Este es nuestro gran privilegio: aunque somos débiles y pecaminosos, por la gracia de Dios, podemos contribuir a Su reino. Podemos marcar una diferencia positiva para Su eterno reino.

2. Aprendiendo, madurando y preparándonos para la eternidad

La segunda razón básica de nuestro tiempo en la tierra es que podemos aprender, madurar y prepararnos para la eternidad. Aprender y madurar en el Señor es extremadamente importante por diferentes razones. Es en sí una importante contribución al avance del reino de Dios. Además, es la base de la primera razón fundamental. ¿Cómo podemos ser testigos eficaces si nosotros mismos no estamos creciendo bien? Se necesita urgentemente de un mayor énfasis en la madurez espiritual y moral, de manera que los creyentes puedan ser impactados por su relevancia y se comprometan a alcanzarla.

Creciendo hacia la madurez en Cristo

Dios no quiere que permanezcamos siendo como bebés en Cristo; quiere que crezcamos hacia la madurez en el Señor. Veamos Efesios 4:11-16:

Efesios 4:11-16
11 Y él mismo constituyó a unos, apóstoles; a otros, profetas; a otros, evangelistas; a otros, pastores y maestros,
12 a fin de perfeccionar a los santos para la obra del ministerio, para la edificación del cuerpo de Cristo,
13 hasta que todos lleguemos a la unidad de la fe y del conocimiento del Hijo de Dios, a un varón perfecto, a la medida de la estatura de la plenitud de Cristo;
14 para que ya no seamos niños fluctuantes, llevados por doquiera de todo viento de doctrina, por estratagema de hombres que para engañar emplean con astucia las artimañas del error,
15 sino que siguiendo la verdad en amor, crezcamos en todo en aquel que es la cabeza, esto es, Cristo,
16 de quien todo el cuerpo, bien concertado y unido entre sí por todas las coyunturas que se ayudan mutuamente, según la actividad propia de cada miembro, recibe su crecimiento para ir edificándose en amor.

Dios quiere que cada uno de nosotros madure “en todo en” Él (v. 15). Es decir, que debemos desarrollarnos plenamente en Cristo. El versículo 13 nos dice que la meta es “la medida de la estatura de la plenitud de Cristo”. Por lo tanto, debemos batallar incesantemente para llegar cada vez a un nivel más superior de estatura espiritual y moral.

Pero Dios no quiere que batallemos por madurar espiritualmente por nuestra propia cuenta ni de manera egocéntrica, sino desea que crezcamos juntos en verdad y en amor (v. 15), en el contexto de la vida sana de la iglesia. Cada uno de nosotros es miembro del cuerpo de Cristo, y cada miembro debe cumplir su parte para que todo el cuerpo pueda crecer y ser edificado en amor y en la unidad de la fe (vs. 13, 16).

Creciendo en medio de las pruebas

Si entendemos que aprender, madurar y prepararnos para la eternidad es una razón básica de nuestra existencia en la tierra, esto nos ayudará a entender por qué el apóstol Santiago nos exhorta a tener por sumo gozo el encontrarnos en diversas pruebas (Stg. 1:2).

Podemos repetir este versículo cuando nos encontramos en situaciones dolorosas, pero ¿nos identificamos realmente con su significado y propósito? ¿Realmente tenemos por sumo gozo el encontrarnos en todo tipo de pruebas? Para muchos de nosotros, sería un gran logro el hecho de poder pasar por intensas dificultades sin quejarnos o molestarnos ni desalentarnos excesivamente. Puede parecer que tener todo por sumo gozo va más allá de nuestro alcance, sobre todo cuando se trata de pruebas severas.

Pero Santiago nos dice que nos es factible tener esta actitud al encontrarnos en todo tipo de pruebas, y nos da la razón en los dos versículos siguientes:

Santiago 1:3-4
3 Sabiendo que la prueba de vuestra fe produce paciencia.
4 Mas tenga la paciencia su obra completa, para que seáis perfectos y cabales, sin que os falte cosa alguna.

Las pruebas y el hecho que nuestra fe sea probada tienen como objetivo perfeccionarnos – para que podamos ser perfectos y cabales, sin que nos falte cosa alguna.

Nuestro tiempo en la tierra es concebido para ayudarnos a aprender y a crecer hacia estar perfectos y completos, y el Señor nos permite atravesar diversas pruebas para que podamos acercarnos cada vez más a esta meta. Al entender esto, nos podemos identificar con mayor disposición con el significado de lo que Santiago está diciendo en este contexto. Ahora podemos pedirle a Dios que nos ayude a regocijarnos a medida que pasamos por pruebas y dificultades. Por cuanto ellas son parte de andar de manera fiel con Dios, y no debido a nuestra propia necedad, podemos tenerlas por sumo gozo.

No significa que cuando somos fieles al Señor, nuestra senda será fácil y agradable. Recuerde lo que Pablo y Bernabé dijeron a los discípulos en Hechos 14:22: “Es necesario que a través de muchas tribulaciones entremos en el reino de Dios”, y lo que nos dijo el Señor Jesús en Lucas 9:23: “Si alguno quiere venir en pos de mí, niéguese a sí mismo, tome su cruz cada día, y sígame”.

Las pruebas que encontramos en la vida incluyen tener que lidiar con personas difíciles, atravesar por circunstancias que nos examinan, por oposición espiritual y guerra espiritual. Dios quiere moldearnos, transformarnos y nutrir nuestro ser interior por medio de tales pruebas, para que podamos ir siendo conformados a la imagen de Su Hijo. Además, profundizaremos nuestro conocimiento de Dios y nuestra relación con Él. La meta es que seamos desarrollados al máximo y nuestro bienestar eterno.

Por lo tanto, no tenemos que turbarnos, desalentarnos ni decepcionarnos por el dolor ni las dificultades. Puede que el maligno procure destruirnos, que hombres malvados deseen hacernos daño, pero el Señor está con nosotros de manera soberana en las pruebas que enfrentamos para que podamos aprender y madurar a medida que las pasamos en comunión con Él. Esto no significa que aceptamos pasivamente lo que el maligno y hombres malvados estén tratando de hacernos. Resistir al diablo y a sus intenciones forma parte de aprender a pelear la buena batalla de la fe, así como nos ayuda a aprender y a crecer en estatura espiritual y moral.

Vemos entonces que Dios nos ha puesto en este mundo, con todas sus tentaciones y pruebas, para que podamos desarrollarnos completamente. Es como ser matriculado en una escuela que entrena y desarrolla nuestro carácter. Si pasamos bien las pruebas, junto con el Señor, aprenderemos a ser más humildes, más pacientes, más considerados, más comprensivos, más perseverantes y más fuertes en el Señor. Además aprenderemos a apreciar en mayor medida la gracia de Dios, Su soberanía y Sus demás atributos. Nos convertiremos en hombres y mujeres de fe y de convicción, en siervos dignos de la confianza del Señor.

El desarrollo espiritual y moral, un fin en sí mismo

Esta segunda razón básica de nuestra estancia en la tierra es primordial. Como un fin en sí mismo es crucial, porque tiene que ver con el desarrollo espiritual y moral. Desde la perspectiva eterna, es de suprema importancia desarrollar calidad espiritual y moral. Es el centro del propósito de Dios al crear al hombre, por cuanto es la base del bienestar personal del hombre y de toda relación profunda con Dios y con cualquier otro ser humano. Es vital para la calidad de nuestra vida tanto en la tierra como en la eternidad. Sin ella no seríamos capaces de cumplir debidamente la Gran Comisión, la cual es la otra razón por la que estamos en esta tierra.

Cómo se relacionan las dos razones básicas

Las dos razones básicas de nuestra estancia en la tierra están estrechamente relacionadas. Si no estamos aprendiendo ni creciendo bien, no seremos buenos testigos ni tampoco podremos contribuir mucho al avance del reino de Dios, aunque lo estemos aparentando.

Donde no haya crecimiento espiritual realmente en nuestro interior, no puede haber una contribución positiva. Podrá haber ministerio de vida y de luz a partir de nosotros sólo en la medida en que haya vida y luz que fluya desde nuestro interior. Dios puede usar, y de hecho usa, a personas a pesar de lo que ellas sean. Por ejemplo, Dios usó a Balaam (Nm. 22-24) y a los caldeos (Hab. 1:6-11) para cumplir Sus propósitos, pero ésta no es la forma en que Dios desea que le sirvamos. Si nuestra vida no tiene suficiente calidad, no seremos capaces de sustentar un ministerio firme y estable de vida y luz. Cuando más, nuestro ministerio será esporádico.

Por otra parte, si estamos aprendiendo y creciendo bien, nuestra capacidad para contribuir al reino de Dios se corresponderá de manera espontánea. El principio espiritual que opera en este caso puede ser ilustrado con lo que el Señor Jesús dijo en cuanto a que Él es la vid, y nosotros, los pámpanos:

Juan 15:5
Yo soy la vid, vosotros los pámpanos; el que permanece en mí, y yo en él, éste lleva mucho fruto; porque separados de mí nada podéis hacer.

Si estamos permaneciendo en Cristo, y Él en nosotros, fluirá vida de Él y creceremos. Y si estamos creciendo en Él, llevaremos fruto. Este es el resultado espontáneo y natural, pero si estamos apartados de Él, entonces no podemos hacer nada que cuente para la eternidad. Aunque parezca que hay fruto, no habrá fruto verdadero.

El significado y la calidad de nuestra permanencia en Cristo y la Suya en nosotros pueden variar. Esto se reflejará en la calidad de nuestras vidas y en la del fruto. Mientras mejor sea la calidad de nuestra vida en el Señor, más abundante será el fruto y mejor será su calidad. Es importante que prestemos mucha atención al significado y a la calidad de nuestra permanencia en Cristo y la Suya en nosotros. En el Mensaje #8 se considerará cómo podemos acrecentar nuestra vida en relación a este tema.

Para apreciar mejor la relación que existe entre las dos razones de nuestra existencia en la tierra, busquemos Colosenses 1:9-11.

Colosenses 1:9-11
9 Por lo cual también nosotros, desde el día que lo oímos, no cesamos de orar por vosotros, y de pedir que seáis llenos del conocimiento de su voluntad en toda sabiduría e inteligencia espiritual,
10 para que andéis como es digno del Señor, agradándole en todo, llevando fruto en toda buena obra, y creciendo en el conocimiento de Dios;
11 fortalecidos con todo poder, conforme a la potencia de su gloria, para toda paciencia y longanimidad.

Pablo oró por los creyentes colosenses para que fuesen llenos con el conocimiento de la voluntad de Dios en toda sabiduría y entendimiento espiritual (v. 9). Pablo se estaba refiriendo al crecimiento y la madurez espirituales de ellos. Cuando estamos creciendo espiritualmente y progresando hacia la madurez, podremos andar de manera digna para el Señor, agradándole en todos los aspectos y llevando fruto en toda buena obra (v. 10).

Y en la medida en que estemos andando de manera digna para con el Señor, agradándole en todo y llevando fruto para toda buena obra, también estaremos “creciendo en el conocimiento de Dios” (v. 10) y seguiremos creciendo en nuestro conocimiento de Su voluntad en toda sabiduría e inteligencia espiritual. Además vemos un ciclo de crecimiento que resulta en un andar fiel con Dios y en fruto, lo cual da lugar a un mayor crecimiento y a más fruto. Y por medio de todo este proceso, Dios estará fortaleciéndonos con Su poder, capacitándonos para estar firmes y estables más y más (v. 11).

Ministerio espontáneo de vida, luz y de énfasis bíblico en cuanto al aprendizaje y al crecimiento

El apóstol Juan, escribiendo sobre el Señor Jesús, nos dice que “en Él estaba la vida, y la vida era la luz de los hombres” (Juan 1:4). Mientras el Señor Jesús vivió en la tierra, era la verdadera Luz (Juan 1:9). No tenía que hacer un esfuerzo especial para brillar; la luz fluía porque había vida y luz en Su interior. Esto era espontáneo.

De igual forma, en la medida en que permanecemos en Cristo y Él en nosotros, creceremos bien, y tanto la luz como la vida en nuestro interior brillarán y fluirán espontáneamente, ministrando a otros. Es sólo sobre esta base que podemos contribuir satisfactoriamente al cumplimiento de los propósitos de Dios. Debe haber vida y realidad espiritual para capacitar y sustentar nuestro servicio y contribución. Cuando nos concentramos en aprender y en crecer bien, y cuando verdaderamente estamos disponibles para que el Señor nos guíe y nos use como Él desee, contribuiremos eficazmente al avance del reino de Dios.

Aunque las Escrituras enseñan que debemos ayudar a los no creyentes a que se conviertan al Señor y entren a Su reino, el énfasis de ellas, particularmente en el Nuevo Testamento, es en enseñar y ayudar a los creyentes a madurar.

Cuando los creyentes crecen bien en el marco de la vida sana de la iglesia, estarán debidamente equipados para ayudar a otros, no sólo a entrar al reino de Dios, sino también a madurar y, como consecuencia, a contribuir sirviendo. Este es un importante aspecto de la verdad y es la idea central de Efesios 4:11-16, al cual nos referimos anteriormente.

Donde se hace un fuerte énfasis en alcanzar a los no creyentes y contribuir al reino de Dios sin un eficaz énfasis en aprender y madurar, los creyentes suelen experimentar excesivos esfuerzos espirituales, un estrés que no es sano e incapacidad para lidiar con las artimañas y los ataques del diablo, así como con abrumadoras presiones espirituales. Una serie de diferentes complejidades no deseadas pueden surgir fácilmente, lo cual trae como resultado consecuencias devastadoras, no sólo para nuestras vidas, sino para la de los que estamos intentando ayudar. Tal escenario no es poco común.

La contribución eficaz fluye de la calidad de nuestro corazón

Si estamos creciendo bien, estaremos contribuyendo al reino de Dios. Tal contribución será relevante y eficaz aún cuando no sea evidente para nosotros o para otros. Un ejemplo lo podemos ver en la vida de la viuda pobre que contribuyó con dos pequeñas blancas o monedas (Marcos 12:41-44).<1>

El Señor Jesús hizo una importante observación: “De cierto os digo que esta viuda pobre echó más que todos los que han echado en el arca” (v. 43). Desde el punto de vista del mundo, lo que ella había ofrendado era sólo una mísera suma, pero desde el punto de vista del reino de Dios, el verdadero valor de su contribución era en verdad bien grande. ¿Por qué? Por la condición y las realidades de su corazón.

La condición espiritual y moral, así como las realidades de nuestro corazón, son de primordial importancia y tienen consecuencias directas en el significado y el impacto de nuestra contribución a la obra de Dios, aunque ésta sea o no evidente para otros.

Si prestamos atención a nuestro crecimiento espiritual y desarrollo, si tenemos la actitud correcta del corazón, si confiamos en Dios y le somos fieles, habrá la correspondiente y espontánea contribución a Su reino.

Conciencia constante de ambas razones básicas

Es importante que tengamos bien claro en nuestra conciencia las dos razones básicas de nuestra existencia en la tierra, así como la relación que hay entre ambas. Estar bien conscientes de estas dos razones nos ayudará a:

  • mantener la perspectiva, los valores y las prioridades correctos
  • aprender a utilizar bien nuestro tiempo y nuestros recursos
  • saber cómo evaluar nuestras vidas y entender el significado de aquello por lo que estemos pasando


En esencia, nos ayudará a conocer cómo poder vivir bien en la tierra, incluyendo cómo podemos sobreponernos a circunstancias difíciles.

Nos ayuda también a atravesar situaciones adversas

Todos nosotros enfrentamos dificultades. Si estamos conscientes de las dos razones básicas de nuestra estancia en la tierra, deberíamos preguntarnos lo siguiente: ¿Pueden estas difíciles circunstancias contribuir a nuestro crecimiento? ¿Lo hacen? ¿Nos ayudarán a ser testigos eficaces? ¿Pueden ayudarnos a contribuir al avance del reino de Dios?

Si podemos responder afirmativamente, sabemos que podemos regocijarnos, y podemos concentrarnos en aprender y en responder bien en medio de las dificultades. No tendremos que huir de ellas ni poner en juego nuestra fe para evitarlas.

Si adoptamos tal actitud y semejante postura, veremos que cada circunstancia por la que atravesamos en la vida tiene un significado y propicia una oportunidad para que podamos aprender y crecer. Entonces, seremos mejores embajadores para Cristo.

Sin embargo, es necesario que primero nos aseguremos de no estar en dichas dificultades debido a nuestro propio mal proceder, nuestra propia negligencia o necedad, y asegurarnos de que es el deseo de Dios que nos encontremos en estos contextos y que atravesemos tales situaciones. Después de haber hecho esto, podemos confiar verdaderamente en la soberanía y el control de Dios, y también ejercer nuestra fe en Él conforme a la declaración de Pablo en Romanos 8:28.

Romanos 8:28
Y sabemos que a los que aman a Dios, todas las cosas les ayudan a bien, esto es, a los que conforme a su propósito son llamados.

Muchos creyentes dicen tener esta certeza, pero a menudo equivocadamente, cuando no tienen la base adecuada para hacerlo. ¿Sobre qué base debemos tener tal confianza en el control de Dios? Es sólo cuando amamos a Dios y estamos procurando que Sus propósitos se estén llevando a cabo, que podemos estar realmente seguros de que Él hará que todas estas cosas, incluyendo las circunstancias difíciles, obren en conjunto para nuestro propio bien.

En el siguiente versículo, Pablo continúa hablando de que somos moldeados a la imagen de Su Hijo. Un aspecto fundamental de que Dios haga que todo obre para nuestro bien es el hecho de ser moldeados a la imagen de Su Hijo. Si amamos a Dios y andamos en fidelidad con Él, Él nos ayudará a ser conformados continuamente a la imagen de Su Hijo en cualquier contexto que nos encontremos. Nuestro carácter se desarrollará y creceremos hacia la madurez en el Señor.

Observaciones finales

Si entendemos las dos razones básicas de nuestro tiempo en la tierra, nuestra principal preocupación no será si nuestras circunstancias son placenteras o no, sino si aquello por lo que estamos pasando nos ayuda a crecer y contribuye al reino de Dios. Nuestro crecimiento y contribución al reino de Dios debe ser nuestra preocupación constante y nuestra ocupación.

¿Esto significa entonces que nuestra concentración en el crecimiento y la contribución van primero que nuestro amor hacia Dios y nuestro compromiso con Él? No, Dios siempre debe tener el primer lugar. Nuestra adoración a Dios, nuestra comunión con Él y nuestra obediencia a Él son de máxima importancia. Nuestra concentración en el crecimiento y la contribución es nuestra respuesta a Su llamado, así como el cumplimiento de Sus intenciones para con nuestro tiempo en la tierra.

Podemos crecer y contribuir bien sólo si crecemos en nuestro conocimiento de Dios, en amor por Él y en nuestro compromiso para con Dios y la verdad. El crecimiento no puede tener lugar fuera de este marco. Por lo tanto, debemos disponer nuestro corazón, alma, mente y fuerzas para esto, lo cual es la base para el crecimiento y la contribución al avance del reino de Dios.

Viviendo con un sentido de propósito y de misión

Así que no debemos vivir como los que no tienen esperanza. Ya estamos en el reino de Dios y aquí en la tierra, con un propósito y una misión.

Nuestro tiempo en la tierra no fue concebido para que nos dedicásemos a las cosas de este mundo ni para que estuviésemos inmersos en los afanes de esta vida. Tampoco deberíamos estar simplemente tratando de mantenernos sin mancha del mundo, aunque esto sea importante, ni deberíamos sentir que en nuestras vidas sólo estamos atravesando el dolor y el sufrimiento de las pruebas sin un significado ni un propósito definido.

Nuestras vidas deberían tener un empuje y una dirección positivos: aprender, crecer y contribuir eficazmente al reino de Dios. En el proceso de crecer y contribuir, aprendemos a apreciar más y más las insondables riquezas de la comunión con Dios y con los que le aman.

Las dos razones básicas vistas como avance del reino de Dios

Las dos razones básicas de nuestro tiempo en la tierra también pueden ser vistas en conjunto como una sola, es decir, tanto el crecimiento personal como la contribución pueden ser vistos como avance del reino de Dios. Además de ser la base, el crecimiento personal es en sí mismo una parte fundamental del avance del reino de Dios.

Por lo tanto, vemos que el avance del reino de Dios debe ser nuestra principal preocupación durante nuestra estancia en la tierra. Esto se encuentra en la esencia misma de la oración modelo que el Señor Jesús enseña a Sus discípulos.

Mateo 6:9-10
9 Vosotros, pues, oraréis así:
Padre nuestro que estás en los cielos,
Santificado sea tu nombre.
10 Venga tu reino.
Hágase Tu voluntad,
Como en el cielo, así también en la tierra.

La oración es dirigida a Dios el Padre, y una de las cosas que más impulsa al Señor en esta oración es el avance del reino de Dios. En la medida que Su reino avanza, el nombre de Dios es cada vez más santificado y exaltado, y Su voluntad se cumple progresivamente.

Esta oración nos ayuda a reconocer que el avance del reino de Dios y el cumplimiento de Su voluntad deben constituir el anhelo más profundo de nuestro corazón y la pasión que consuma nuestras vidas.

Cuando se hace la voluntad de Dios, cuando los hombres se someten cada vez más al reinado de Dios en sus corazones, entonces el “Venga Tu reino” se convierte en una realidad. El reino de Dios avanza cuando Su nombre es honrado y glorificado en nuestras vidas y en las de los otros, en todas las cosas y en toda situación. En esto debemos concentrarnos y es con lo que debemos comprometernos.

Prestando atención el crecimiento personal sin ser egoístas ni egocéntricos

Puede que algunos se sientan incómodos o arrepentidos por concentrarse en su propio crecimiento espiritual; puede que se pregunten si están siendo egoístas o si están centrados en sí mismos, pero no tenemos que sentirnos así. Prestar atención al aprendizaje personal y al crecimiento satisfactorio no implica que estemos siendo egoístas o egocéntricos. Es la voluntad del Señor que crezcamos bien, y cuando lo hacemos, le honramos y glorificamos. Esto nos conduce a una cada vez mayor sumisión, la cual es la base para contribuir eficazmente a las vidas de otros. Seremos más capaces de contribuir humildemente de cualquier forma que el Señor nos guíe, ya sea apoyando en oración, cuidando o preocupándonos por otros, o en cualquier ministerio específico en que el Señor desee que participemos.

Se alcanza el máximo de aprendizaje, crecimiento y servicio cuando tenemos con el Señor una relación sana, y cuando ocupamos el lugar adecuado que nos corresponde en la obra del Cuerpo, como lo explica el apóstol Pablo en Efesios 4:11-16.

Prestar atención al crecimiento personal se corresponde con la actitud y el significado de la oración modelo que el Señor Jesús enseña a Sus discípulos. Tal actitud significa que apoyamos a todos los que están contribuyendo al reino de Dios. Procuraremos contribuir de cualquier forma que sea apropiada para nosotros, y nos regocijaremos cada vez que veamos que el reino de Dios está avanzando. Podemos concentrarnos de todo corazón en nuestro crecimiento personal junto con el de nuestros hermanos, dándole la debida prioridad. Y lo haremos con un espíritu de adoración y de amor por Dios y por el hombre.

Notas:
1. El mensaje AR69, registrado en el sitio web www.godandtruth.com, ofrece un análisis más a fondo de la viuda que ofrendó sus dos monedas.

Preguntas para el debate y la reflexión

  1. En este mensaje se dan dos razones básicas por las cuales Dios nos pone en este mundo caído. Comparta lo que entiende de estas dos razones.
  2. ¿Cómo están relacionadas ambas razones?
  3. ¿Cómo nos puede ayudar el hecho de ser conscientes constantemente de estas dos razones básicas a vivir bien nuestro tiempo en la tierra, incluyendo nuestra relación con Dios y el avance de Su reino?


Copyright
The content of this message is protected by Copyright © 2001 - 2012 Lim Kou. Permission is given to print and reproduce part (where the meaning intended is retained and the part is not quoted out of context) or all the content, for personal use or for distribution, on condition that there is proper acknowledgement, no changes are made and the content distributed free of charge. Please be prayerful and discreet in distributing or making the content available to others. This paragraph and that below should be included in any and all content reproduced for distribution.

Scripture Quotations
Scripture quotations unless otherwise stated, are taken from the NEW AMERICAN STANDARD Bible ®, Copyright © 1960, 1962, 1963, 1968, 1971, 1972, 1973, 1975, 1977, 1995 by The Lockman Foundation. Used by permission.

Appearance & Reality > The Lord Jesus Christ > The Two Kingdoms (5)
previous < Mensaje AR136 > next

Valid XHTML 1.0 Strict